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¿Formar a los niños, o dejarlos florecer?

No se cuándo, ni cómo sucedió, que los adultos nos compramos la idea de que tenemos que formar a los niños. Formarlos para que desarrollen el máximo de capacidades y habilidades posibles, imponiéndoles nuestra forma de ser y pensar acerca del mundo.

Formar a los niños. ¿Implica que los niños vienen sin forma al mundo? En cierta medida vienen limpios de historias y con un cerebro como esponja, listo para absorber y conocer al mundo.

La obsoleta idea de formar a los niños implica también que ellos vienen incompletos, por tanto, es necesario enseñarles cómo funciona el mundo sin permitir que ellos descubran cómo será su mundo para sí mismos. Y muchas veces hacemos esto imponiendo medidas (desmedidas) para lograr que los niños aprendan modales, a quedarse quietos y bien sentados, a que nos escuchen y obedezcan, a que guarden su propia voz. 

¡Qué equivocados estamos! Pedimos a los niños que se queden sentados por horas, a veces frente a una computadora, porque “necesitan” aprender. Les reprendemos (a veces a través de violencia física, en pleno 2022), para que vean que conviene portarse bien y obedecer. 

La idea de formar viene desde las expectativas que tenemos sobre los hijos. 

Que sean obedientes, educados, que coman bien, que no hagan ruido, que sean ultra inteligentes y comprometidos, deportistas, seguros de sí mismos, responsables, siempre alegres, y que cuando venga una emoción difícil sepan gestionarla a la perfección.

Si nos diéramos cuenta de lo ridículas que son nuestras expectativas, que nos hacen centrarnos en lo que les falta para llegar a ser eso que tanto deseamos, en lugar de poder ver quiénes ya realmente son los hijos.

PERMITIR FLORECER.

Me gusta imaginar a los niños como una semilla. 

La semilla trae consigo toda la información que necesita para crecer, florecer y dar frutos. La sabiduría de cómo florecer es una parte intrínseca de sí misma. 

Cuando siembras una semilla, lo mejor que puedes hacer es darle las condiciones adecuadas para que germine, crezca, se fortalezca, dé flores y frutos. 

La riegas, le pones al sol, ofreces buena tierra, y le das un espacio más amplio a medida que crece. Cuando necesita la abonas, y en ocasiones toca sacar de la tierra de hierbas malas. 

El crecimiento de nuestros hijxs es así. Como pa-más, podemos poner a su disposición todas las condiciones necesarias para que ellos crezcan saludablemente. Y dejarles tomar sus propias elecciones. 

Si tenemos una semilla de árbol de manzana, no podemos esperar que éste árbol nos de naranjas. Observa qué elementos trae tu hijo(a) para su propio florecer, y acompáñalo a hacerles crecer. 

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